Entre los años setenta y ochenta, en Curitiba sucedió algo que apenas hoy, 40 años más tarde, empieza a suceder en otras ciudades. El alcalde Jaime Lerner pensó que el uso del automóvil no tenía futuro y reorganizó la ciudad para mejorar el transporte público y convertirlo en el principal medio para trasladarse. De hecho, la Rede Integrada de Transporte inspiró a toda una nueva generación de transporte, que en México desembocó en la creación del Metrobús. Curitiba también convirtió su centro histórico en zona peatonal y a lo largo de los años se han implementado muchas medidas que buscan mejorar la calidad de vida de su población. Por eso mismo, entre los brasileños, Curitiba es algo así como la promesa de una vida mejor.

Ahora bien, además de disfrutar el poco tráfico de la ciudad, ¿qué hacer en Curitiba? En sintonía con su espíritu verde, la mayor atracción de la ciudad es su Jardín Botánico, también proyecto de Lerner, inaugurado en 1991. Sus colecciones de plantas nativas y de mata atlántica (un tipo de selva local) son algunas de sus mayores atracciones, aunque la estampa más famosa es el invernadero estilo art nouveau.

La otra visita que los viajeros no pueden perderse es el Museo Oscar Niemeyer, diseñado por el arquitecto homónimo, que se enfoca en explorar las artes visuales, la arquitectura y el diseño. Más allá del edificio, que vale la pena por sí solo, las exposiciones del museo valen mucho la pena. Originalmente se pensó como una institución educativa, pero su función se actualizó unos años después.

¿Y para comer? La chef Manu Buffara es la gran estrella de la ciudad. Su restaurante, Manu, ofrece una gastronomía que piensa en el origen de los ingredientes, en los productores, y que además utiliza las verduras regionales como base. De hecho, el restaurante entró este año a la lista de 50 Best Latam, ocupando el puesto 44.

Desde sus calles hasta su comida, no hay duda de que Curitiba es un ejemplo a seguir para otras urbes del continente, y visitarla y aprender de ella es un importante primer paso.