Destinos románticos de película

Destinos 1 febrero, 2022

Jacqueline Waisser, periodista de cine, comparte contigo algunos de los grandes romances de la pantalla grande sin obviar sus inolvidables escenarios. Toma nota y vive un romance de película.

¿Por qué caemos redonditos ante las historias de amor? ¿Qué nos hace regresar una y otra vez a una fórmula tan elemental: chico conoce a chica/chico pierde a chica/chico recupera a chica? Quizás somos una especie adicta al enamoramiento y deseamos nuestra dosis de oxitocina con la mayor frecuencia posible y ¿qué mejor proveedor que el cine?

El género romántico ha ido mutando a través de los tiempos, adecuándose a las normas sociales y sexuales de la época, así como a las modas y al contexto histórico. Pero lo que permanece intacto es el poder que tiene una buena historia de amor, sin importar dónde y cuándo se desarrolle. El séptimo arte nos permite viajar a lugares exóticos, idílicos y hasta peligrosos para vivenciar las más estremecedoras escenas románticas, producto de la imaginación de un talentoso escritor y que, de otra forma, jamás viviríamos. A continuación, algunos filmes que nos han hecho suspirar a lo largo de los años y que, a muchos, nos gustaría recrear.

Antes del amanecer

(Before Sunrise, Richard Linklater, 1995)

Él: Jesse (Ethan Hawke), mochilero estadounidense que viaja a Viena.

Ella: Céline (Julie Delpy), estudiante de La Sorbona que regresa a París después de visitar a su abuela en Budapest.

Los trenes son uno de los sitios más romantizados en la literatura y en el cine, y justo ahí comienza el ligue noventero-grunge de Jesse y Céline. Desde que este par comienza a charlar en el vagón-cafetería, los momentos tiernos —y seductores— se dan uno detrás de otro. Jesse convence a Céline de bajarse en Viena con él para pasar juntos las últimas 15 horas que le quedan, antes de tomar su vuelo de regreso a casa a la mañana siguiente. 

Mientras recorren la ciudad, somos testigos de su floreciente amor: miradas robadas dentro de una cabina de discos, pláticas existenciales frente a artistas ambulantes, el primer beso en una rueda de la fortuna y un role playing de llamadas en el Café Sperl, donde se tiran netas que no se habrían atrevido a decir de forma directa. Sin embargo, la cereza del pastel es el baile callejero al son de un clavecín: Jesse y Céline se acercan a la ventana de donde proviene el sonido del instrumento y comienzan a bailar. Al separarse, se quedan viendo; están tomándose una foto mental para no olvidar ese instante, quizás, en el que ambos reconocen estar enamorados y temerosos de perderse. 

La cinta tiene dos secuelas, Before Sunset, que sucede 10 años después, y After Midnight, a 20 años del primer encuentro. La trilogía, en conjunto, resulta un gran estudio sobre la evolución del amor.

Para visitar: Rueda de la fortuna Wiener Riesenrad del parque Prater, donde sucede el mencionado beso; monumento del archiduque Albrecht en Albertina, donde Jesse le recita un poema a Céline sobre la fugacidad del tiempo; Café Sperl, tradicional cafetería vienesa visitada por artistas, intelectuales y políticos, donde la pareja improvisa las “llamadas”.

Antes del amanecer

Moulin Rouge!

(Baz Luhrmann, 2001)

Él: Christian (Ewan McGregor), joven poeta que se muda al barrio bohemio de Montmartre en busca de éxito… y amor. 

Ella: Satine (Nicole Kidman), cortesana tísica que trabaja en el Moulin Rouge.

Este alucinado musical, hiperestilizado hasta rayar en un viaje de ácido, es una oda al amor. Por principio de cuentas, sucede en París, la ciudad más romántica por antonomasia. Para seguir, el tono predominante de su paleta cromática es el rojo, color de la pasión, según la iconografía tradicional sanvalentinesca. Y es que, efectivamente, para Christian, el amor es “una cosa llena de esplendor”. Ahora sólo debe convencer a la escéptica Satine de ello. Qué mejor manera de hacerlo que irrumpiendo en canto con un emotivo y anacrónico cover de “Your Song”. Su deslumbrante voz no sólo deja pasmada a la cabaretera, sino también a la audiencia cinematográfica (¿quién iba a imaginar que McGregor cantara así?). Pero apenas se están calentando los motores vocales, porque más adelante vendrá un popurrí de las mejores rolas pop de amor, con todo y piruetas sobre el tejado, la vista nocturna parisina, una sonriente luna llena y hasta fuegos artificiales de fondo. Para el final del numerito, Satine ha quedado flechada y nosotros también. Lástima que apenas está por enterarse de que su amado no es el duque que patrocinará su espectáculo, sino un escritor paupérrimo. Pero ése no es el mayor de sus problemas, cof, cof. Ouch, el amor duele. 

Para visitar: La película se filmó en los estudios Fox de Australia, pero dejemos de lado esta información en aras del amor y supongamos que, en efecto, se trata de París. Desde la ventana del cuarto de Christian puede apreciarse la basílica de Sacré Coeur, una parada obligada si visitas la Ciudad de la Luz, y la joya de la corona de Montmartre. Quizás este barrio ya no sea un “hervidero de perdición” como lo era en la Belle Époque, pero conserva su aire pintoresco y artístico. 

En lo que respecta al Moulin Rouge, el cabaret sigue en pie y funcionando, aunque hoy es más una atracción turística que un recinto en el que se conjuga la élite cultural transgresora. No importa, tourist trap o no, estar en París es suficiente motivo para que hasta el más amargado vea la vie en rouge

Casablanca

Casablanca 

(Michael Curtiz, 1942)

Él: Rick Blaine (Humphrey Bogart), expatriado norteamericano con un pasado turbio, propietario de Rick’s Café Americain. 

Ella: Ilsa Lund (Ingrid Bergman), examante de Rick, que arriba a Casablanca con su pareja Victor Laszlo, huyendo de los nazis.

En la última secuencia de esta legendaria película, ocurre una de las escenas más icónicas y románticas en la historia del cine. Con el general Strasser del Tercer Reich pisándole los talones y bajo el ojo avizor del Capitán Renault, Rick pone en marcha el plan de escape de Victor e Ilsa, entregándoles los salvoconductos firmados por De Gaulle y proporcionándoles la aeronave que los llevará a puerto seguro. Sorprendida, Ilsa pide explicaciones a su amado; habían acordado que sólo Victor huiría y ella se quedaría en Casablanca para retomar su relación. En uno de los gestos más puros de amor, Rick antepone el bienestar de su enamorada —y el de la Resistencia— a sus propios intereses. Siempre tendremos París, le dice, renunciando al amor de su vida y conformándose con el recuerdo de tiempos más felices. Cuando el avión despega, al fin, rumbo a Lisboa, suspiramos porque nosotros siempre tendremos la joya que es Casablanca.

Para visitar: La cinta completa fue filmada dentro de los estudios Warner Bros. y en unas cuantas locaciones de Arizona y el aeropuerto de Van Nuys. Después de todo, Europa se encontraba en medio de una guerra y filmar en el viejo continente habría sido imposible. 

Por ende, no queda ni rastro de los sets. No obstante, existe una réplica de Rick’s Café al borde de la vieja Medina de Casablanca. El restaurante te transportará al tugurio marroquí, pero en vez de perseguidos políticos, contrabandistas, militares corruptos y espías, te encontrarás con fans de la cinta que sólo quieren escuchar “As Time Goes By” mientras beben su coctel de champán.

Parte de la ciudad marroquí fue recreada en los estudios para filmar Casablanca

Vacaciones en Roma  

(Roman Holiday, William Wyler, 1953)

Él: Joe Bradley (Gregory Peck), periodista y corresponsal estadounidense que vive en Roma.

Ella: Princesa Ana/Anya Smith (Audrey Hepburn), heredera al trono de un país europeo, prófuga de la embajada donde se hospeda durante una gira de trabajo.

Precursora de la comedia romántica, esta cinta palomea todos los requisitos del género: confusión o engaño de identidad, choque entre clases sociales y un amor imposible, con una idílica ciudad como telón de fondo. 

Ingenua e inocente como su personaje principal, Roman Holiday no deja de ser encantadora y atemporalmente disfrutable.

Durante su estancia en Roma, la princesa Ana escapa de su embajada, presa de una crisis de ansiedad y harta de sus obligaciones reales. El problema es que su doctor le ha suministrado un calmante que le hará efecto una vez que esté deambulando por las calles. Es así que se queda dormida en la vía pública y la encuentra el reportero Joe Bradley. Sin más remedio, y desconociendo su identidad, le da asilo en su casa. A la mañana siguiente descubre quién es, y ahí empieza la diversión. Aprovechando el deseo de la joven de darse un “baño de pueblo”, le ofrece pasearla por la ciudad con la intención oculta de exponerla en un reportaje exclusivo que venderá en una fortuna. Sin embargo, sus planes se ven truncados cuando Cupido hace de las suyas. 

Con la tensión romántica acumulada, la adrenalina a tope por la persecución de agentes secretos y mojados hasta el tuétano, Anya y Joe Bradley no se resisten a un espontáneo beso a las faldas del río Tíber. Pero los arrumacos no paran ahí. Más adelante, en la humilde habitación del periodista, ante una inminente despedida, los enamorados rompen su distancia para fundirse en un intenso abrazo que probablemente le valió a Hepburn el Oscar que se llevó en 1954.

Para visitar: Palazzo Colonna, locación de la embajada; Bocca della Verita, piedra labrada de un rostro que supuestamente muerde la mano de los mentirosos y donde sucede una de las escenas más cómicas del filme; via Margutta 51, domicilio de Joe Bradley y, curiosamente, calle en la que también vivió Federico Fellini.

Mujer bonita

(Pretty Woman, Garry Marshall, 1990)

Él: Edward Lewis (Richard Gere), millonario en busca de una acompañante durante su estancia de trabajo en Los Ángeles.

Ella: Vivian Ward (Julia Roberts), joven prostituta del Hollywood Blvd necesitada de dinero, que acepta la propuesta de Edward.

Sólo Julia Roberts puede lograr que la transacción entre un millonario y una escort se convierta en un cuento de hadas. Y es que Vivian, la sexoservidora más adorable de todos los tiempos, conquista con su encanto al taciturno empresario Edward y de paso lo confronta con su clasismo y misoginia. Él, a cambio, le abrirá un mundo de posibilidades, incluyendo la de ser atendida como dios manda en una boutique de Beverly Hills y apreciar las bondades de maridar las fresas con champán.

Ver esta película a 30 años de distancia, sin duda, resulta una experiencia incómoda, dado que ciertas actitudes y remisas se sienten primitivas, al grado de que es poco probable que en la época actual un guion semejante viera la luz del día. 

A pesar de ello, la cinta preserva ese je ne sais quoi, gracias a la química entre sus protagonistas y escenas románticas bien logradas, sobre todo una en la que Vivian rompe su propia regla de oro y besa en la boca a Edward, promoviéndolo de “cliente” a príncipe azul.

Para visitar: Aunque ha pasado por diferentes administraciones y remodelaciones, el hotel Beverly Wilshire sigue operando. Incluso puedes hospedarte en la suite presidencial del octavo piso, eso sí, ya no encontrarás la decoración noventera, pues ha sido reemplazada por una más contemporánea. Ya que estás por ese código postal, aprovecha y crúzate a Rodeo Drive, literalmente a tiro de piedra. No tienes que gastar cantidades obscenas en las tiendas de diseñador, como lo hace Edward, para pasar un rato entretenido, puedes sólo ir a curiosear. Con suerte, hasta te topas con alguna celebridad. Ahora que si tus gustos son menos refinados y quieres vivir el lado kitsch de L.A., date una vuelta por el Walk of Fame o el Chinese Theater sobre Hollywood Blvd. (la “oficina” de Vivian), donde los personajes folclóricos y los souvenirs hollywoodescos abundan.

Cuatro bodas y un funeral

(Four Weddings and a Funeral, Mike Newell, 1994)

Él: Charles (Hugh Grant), soltero empedernido con fobia al compromiso.

Ella: Carrie (Andy MacDowell), mujer norteamericana que coincide con Charles en varias bodas.

Con un título semejante, podemos imaginar que Cupido estará trabajando horas extras. Lo curioso es que justo el personaje que no desea casarse es al que peor lo atraviesan sus flechas. Desde que Charles ve a Carrie en la ceremonia de matrimonio de sus amigos, es amor a primera vista. Pero como toda comedia romántica que se precie de serlo, las circunstancias deben complicarse antes de que la pareja en cuestión pueda tener su “y vivieron felices para siempre”.

Es así que, tras una serie de encuentros y desencuentros, de un par de noches juntos, varios eventos sociales y alguno que otro impedimento en el ínter (como que Carrie se casa con otro), los enamorados por fin coinciden en tiempo y forma (aunque ese tiempo y forma sea en la boda de Charles). El novio termina dejando a su prometida vestida y alborotada en el altar, pero al final, la bajeza se le perdona porque, para esas alturas de la cinta, a todos nos urge que estos amantes desventurados acaben juntos. Moraleja: quien esté destinado a ser tuyo, lo será… y si no, siempre puedes crashear su boda.

Covent Garden

Para visitar: Al situarse en Londres y sus alrededores, abundan los lugares románticos. Sobre todo en la campiña inglesa donde se llevan a cabo varios de los eventos. Hertfordshire, por ejemplo, es una excelente opción para pueblear por localizarse a sólo una hora de Londres. Ahí encontrarás bucólicos paisajes, casonas históricas, pubs y tabernas donde alojarte. Por cierto, en este condado se encuentran los estudios Leavesden, famosos por el Warner Bros. Studio Tour de Harry Potter (pero esas son obsesiones para otro texto). 

Si te quieres quedar en la mera habitación del ficticio Lucky Boatman Inn, donde los tórtolos tienen su primer encuentro íntimo, visita el Crown Hotel (ahí se filmó), ubicado en la aldea vecina Amersham, y pide la habitación 101; a pesar de su remodelación, preserva la cama con dosel. Si prefieres la ciudad, date una vuelta por Covent Garden en el West End de Londres. Cualquiera de sus cafecitos trendy podrá fungir como el escenario perfecto para que tengas la plática con tu media naranja sobre cuántas parejas sexuales has tenido, como lo hacen C y C.

Sintonía de amor

(Sleepless in Seattle, Nora Ephron, 1993)

Él: Sam (Tom Hanks), arquitecto viudo que vive con su pequeño hijo en Seattle.

Ella: Annie (Meg Ryan), reportera a punto de casarse, afincada en Baltimore.

Si la película hubiera sucedido en el presente, la trama se hubiera resuelto en un total de 30 segundos, los mismos que se tardaría Annie en guglear a Sam y averiguar hasta su tipo de sangre. Pero estamos en los 90, por lo que la reunión entre ambos implicará un grado mayor de dificultad: múltiples llamadas, detectives privados, atravesar un par de veces la Unión Americana, un programa de radio y las elucubraciones de un niño de ocho años.

A pesar de los impedimentos tecnológicos de la época, la cinta sigue siendo entrañable y un deleite para los románticos irredentos que creen en el amor predestinado. El tan esperado encuentro se da en el mirador del Empire State Building y, para entonces, aunque sólo han cruzado unas cuantas palabras, estamos convencidos de que Annie y Sam son el uno para el otro.

Empire State

Para visitar: Desde la película An Affair to Remember (a la que se hace alusión varias veces), el Empire State ha sido un punto emblemático de reunión donde ocurren momentos mágicos y dramáticos del cine. Si acaso un sitio turístico un tanto trillado, el rascacielos sigue ofreciendo una vista espectacular que echa el pulso a andar y subir a su piso 86 es una experiencia que se debe hacer al menos una vez. Si quieres sentirte como celebridad, por la módica suma de alrededor de 200 dólares puedes contratar un tour VIP; evitarás las colas y disfrutarás del skyline con tu drink favorito en mano. 

El famoso Rainbow Room del Rockefeller Center también hace su aparición en la cinta. El glamuroso establecimiento ha sido testigo de numerosas pedidas de mano (irónicamente, es ahí donde Annie rompe con su prometido Walter, antes de salir corriendo a buscar a Sam), y es ideal para festejar una ocasión especial. Eso sí, buena suerte para conseguir entrar, pues en la actualidad casi exclusivamente brinda servicios a eventos privados, salvo algunos fines de semana en los que ofrece brunch al público, reservación necesaria. 

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Biografía

Jacqueline Waisser nació en Houston, Texas, y se mudó a México en la década de los ochenta. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Anáhuac, así como un posgrado en Teoría y Crítica de Cine dentro de la misma institución, donde también fue profesora de cine. Trabajó en la Cineteca Nacional en el departamento de extensión académica implementando programas de descentralización y difusión de la cultura cinematográfica. Fue editora de la revista Cinemanía por más de una década y directora editorial de la revista Liverpool. Ha escrito para publicaciones como Esquire, Marie Claire y Empire


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