Navegar por el Nilo; ver en vivo, y a todo color, las gigantescas pirámides de Guiza; asomarse a los templos son cosas que muchos viajeros sueñan con llevar a cabo, pero lo que tal vez no sepan es que, cuando lleguen a Egipto, posiblemente lo que más les sorprenda no sean las construcciones que han visto en libros y revistas toda la vida, sino la intensidad del azul del cielo. En Egipto, cada pirámide y cada templo están siempre encuadrados por un fondo donde las nubes parecen haber desaparecido.

Algo más, que muchos viajeros no consideran al organizar su primer viaje a Egipto, es que, a pesar de ser un país con clima desértico, no siempre hace calor y en invierno las temperaturas bajan mucho. No hay que olvidar también que se trata de un país musulmán y es importante llevar ropa adecuada para visitar los templos.

La manera más sencilla de recorrer el país de norte a sur es a lo largo del Nilo, a bordo de un crucero de río. Los hay de distinta duración, aunque la mayoría sigue una ruta que comienza en El Cairo y continúa a Quena, Esna, Asuán, para luego dar vuelta y volver río arriba, pasando por Edfu y Lúxor.

Los templos y las pirámides son sin duda lo más espectacular: posiblemente sus dimensiones sean lo que más sorprenda a los viajeros, con espacios gigantescos como el templo de Karnak o el templo funerario de Hatshepsut. También resulta particularmente extraño darse cuenta de que las famosas pirámides de Guiza no se encuentran, como parece en las fotos, en medio de la nada, sino en pleno El Cairo.

Una última recomendación: vale la pena tomar un vuelo y viajar casi hasta la frontera con Sudán para ver el templo de Ramses II, en Abu Simbel, con sus figuras enormes que reposan sentadas mirando hacia el río desde hace más de 3,000 años.

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