Historias que no hay que olvidar: la comunidad rusa que hizo de México su casa

Gastronomía 7 mayo, 2021

Pocos conocen sobre el grupo de migrantes rusos que contribuyó al desarrollo de la tierra vinícola del Valle de Guadalupe, nosotros te contamos su historia.

El disidente revolucionario León Trotsky, junto con su esposa Natalia Sedova, son los más célebres migrantes rusos que hicieron de México su país de adopción, pero hubo otros que llegaron antes que ellos para formar una comunidad en el Valle de Guadalupe, donde fueron pioneros en el cultivo de la vid y otros productos agrícolas. Se trata de un grupo de unas cincuenta familias de la secta cristiana molokana que llegaron al valle a principios del siglo XX, y su fascinante historia es ya un episodio más de la formación de nuestro país.

El Valle de Guadalupe es hoy un destino chic para los amantes del vino, la buena comida y los hoteles boutique, pero poca gente conoce a los rusos que pusieron a este valle en el mapa de la economía de la región, aprovechando su cercanía con el puerto de Ensenada y su clima ideal para el cultivo. Como menciona el doctor Rogelio E. Ruiz, historiador de la Universidad Autónoma de Baja California, aunque ya había algunos rancheros y comunidades kumiai en el valle, “fue a partir del establecimiento de los colonos rusos cuando el Valle de Guadalupe repuntó por su producción agrícola en el panorama económico en torno al puerto de Ensenada”. Empezaron con trigo y avena, y más tarde plantaron las primeras vides y olivos en el valle que ahora es la gran zona vinícola de México. 

Los molokanes provienen de una de las muchas escisiones de la iglesia ortodoxa rusa. La suya ocurrió a finales del siglo XVIII y, como otras comunidades cristianas disconformes, fueron perseguidos por los diferentes regímenes zaristas. Muchas comunidades se agruparon en regiones orientales de la inmensa Rusia como Armenia, Azerbaiyán e incluso Siberia. Les pusieron el nombre de “molokanes” por su costumbre de beber leche (moloko quiere decir “leche” en ruso) durante la Cuaresma y otros días de ayuno estipulados por la iglesia ortodoxa; ellos a sí mismos se llamaban “rusos espirituales”, y tenían algunas similitudes con sectas europeas como los amish o los menonitas.

Aunque la comunidad molokana ya no existe como tal, pues sus miembros se terminaron diseminando e integrando a la sociedad mexicana durante la década de 1940, todavía quedan señales materiales de esta historia. En la comunidad de Francisco Zarco, en el municipio de Ensenada, se encuentra el pequeño Museo Comunitario Ruso, donde se conservan fotografías, objetos y vestimentas que relatan la vida cotidiana de estos colonos. Algunos negocios alrededor del Valle llevan nombres rusos, ya que los descendientes de los colonos siguen viviendo por allá, como el pequeño restaurante Familia Samarín, o la vinícola Bibayoff, donde también conservan una exhibición permanente sobre la historia de los molokanes en sus instalaciones. 

La próxima vez que visites Ensenada, aprovecha para hacer una pequeña excursión y conocer de primera mano estos lugares, mientras disfrutas de la maravillosa dieta mediterránea que un grupo de rusos trajo a este afortunado valle mexicano. 


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