Paseo colonial por Michoacán

Destinos 14 abril, 2021

Travesías Media / Aníbal Barco

Apenas a tres horas en coche de la Ciudad de México, este es un recorrido ideal para una escapada de fin de semana. Toma nota y prepara tus maletas.

Primera parada: Morelia

De entrada, la capital michoacana impresiona por sus edificios de cantera rosa, por sus portales, su catedral y su estilo colonial que se nota apenas llegar. Hay que pasear por las calles del centro y no olvidar comer todo lo que se pueda, pues la gastronomía michoacana ha sido catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La Catedral, un impresionante edificio barroco que tardó más de 100 años en ser construido, y que se ilumina y da un espectáculo de fuegos artificiales cada sábado, domina el centro de Morelia. Sin embargo, no hay que menospreciar el Santuario de Guadalupe, una iglesia más pequeña de cantera rosa, que por dentro tiene unos acabados impresionantísimos y barroquísimos. Hay que parar en el Palacio Clavijero, antiguo colegio jesuita; en el Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce, y comer en el mercado de dulces y artesanías.

Segunda parada: Pátzcuaro

Es conocido por su lago y por Janitzio, una de sus islas que se llena de visitantes durante el festejo de Día de Muertos. Sin embargo, durante todo el año se puede caminar por sus calles empedradas, visitar la Casa de los Once Patios, la Basílica de Nuestra Señora de la Salud (aprovechen para prender una veladora por la salud de sus familiares), y el Museo de Arte e Industrias Populares, un antiguo colegio fundado en el siglo XVI donde también puedes adquirir artesanías bellísimas a muy buenos precios. Con un poco de suerte, igual te toca ver la Danza de los Viejitos, que todavía se conserva muy viva en esta localidad.

Tercera parada: Paricutín

Es impresionante descubrir los vestigios de este pueblo que fue literalmente comido por la lava. Fue en 1943 cuando el volcán salió de la tierra, y su actividad no se detuvo por completo hasta 1952. Hoy, además de caminar sobre la piedra volcánica y ver la torre de la iglesia —el único sitio que no fue cubierto por la lava—, se pueden hacer excursiones a la punta del volcán. Advertencia: no es para todo el mundo: ¡Necesitas estar en forma! La subida es muy empinada, y hay que tomársela con calma, pero la bajada, por una enorme rampa arenosa, es divertidísima. Las vistas desde arriba del volcán te harán olvidar el esfuerzo que acabas de hacer para lograrlo. 

¿Y a la hora de comer?

Michoacán es famoso por su comida, declarada Patrimonio de la Humanidad. Lo primero que hay que probar son las corundas, un tipo de tamal triangular de maíz cocido con ceniza, al vapor, que hace desear quedarse a vivir en este estado. Los venden en las placitas y esquinas de cada pueblo o ciudad —un buen truco es observar en qué puestito se forma una fila. Otra delicia son los uchepos, que se parecen mucho, pues también son tamalitos, pero de sabor dulce. Se pueden comer carnitas michoacanas, que prometen adicción instantánea, deliciosa sopa tarasca y, de postre, chongos zamoranos. Para pasarse todo esto, como digestivo, recomendamos pedir charanda, un trago hecho a base de caña de azúcar típico de la región. La Mesa de Blanca, en Ziracuaretiro, es un restaurante con muchísima historia y fama, y es un gran lugar para probar todas estas delicias y más. Es espacioso, con muchos jardines y comedores donde sentirse en intimidad, y unas vistas preciosas.

Las carnitas solo las sirven los sábados y domingos, pero entre semana se pueden probar una infinidad de delicias michoacanas. Está entre Pátzcuaro y el Paricutín, así que es ideal para combinar con la subida al volcán.

En resumen: Michoacán es un estado lleno de belleza natural y con una historia única para descubrir, con un toque muy especial que enseguida se nota nada más llegar en el sonido de su lengua purepecha, reflejada en los nombres de sus pueblos. Anímate a conocer esta tierra que sin duda te sorprenderá. 


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