El pequeño estado de Tlaxcala es famoso por sus haciendas pulqueras, por sus sitios arqueológicos y por su rica naturaleza. Justamente por su tamaño, es perfecto para unas vacaciones cortas, de un par de días, o como complemento de un viaje más largo.

En el centro de la capital, que es muy tranquilo y agradable para caminar, hay que recorrer las plazas Juárez, de la Constitución y Xicohténcatl. Ojo aquí, porque dentro del Palacio de Gobierno se encuentran unos murales muy coloridos de Desiderio Hernández Xochitiotzin y que cuentan la historia del pueblo tlaxcalteca. Muy cerquita está también el Museo de Arte de Tlaxcala, pequeño pero con seis cuadros de Frida Kahlo por los que vale la pena darse una vuelta (además de muestras temporales).

Mucho menos conocido, pero ideal para ir en familia, el Museo Vivo de Artes y Tradiciones Populares de Tlaxcala es un espacio que permite acercarse al trabajo de artesanos y admirar cómo trabajan sus maravillosas piezas.

Eso sí, la estrella en Tlaxcala es Cacaxtla, cuyas ruinas tal vez no sean tan espectaculares como sus murales, todavía coloridos al día de hoy. Muy cerca está también Xochitécatl, que fue un importante centro ceremonial en la región.

Dónde dormir

Tlaxcala es un estado donde el turismo no está tan desarrollado todavía; aunque con menos opciones, hay muy buenos hoteles para disfrutar la estadía. Si prefieres quedarte en el centro de la ciudad, la opción es Posada Tlaxcala, justo detrás de la Casa de Gobierno. El hotel es un negocio familiar y tiene patios y jardines muy agradables.

Para vivir la experiencia de una antigua hacienda, la recomendación es quedarse en Hacienda Soltepec o en la antigua Hacienda Santa Bárbara, que tiene una vistas preciosas de La Malinche y que además es ideal para los que disfrutan las caminatas por la naturaleza.