La salsa es un fenómeno mundial, por eso no es difícil encontrar academias de baile que den clases de este género en cualquier rincón del planeta. Sin embargo, los estudiantes más aplicados hacen peregrinaciones a Cali para poner a prueba sus pasos en lugares como La Topa Tolondra, un enorme hangar al que llegan turistas y lugareños por igual, donde los reflectores no son suficientes para ver la velocidad con la que algunos bailarines mueven los pies y las sombras acogen a los principiantes que, intimidados, se limitan a los pasos básicos.

Para ver la “verdadera salsa caleña”, como la llaman algunos (dicen que no sale en las películas, que la música suena diferente y la gente no se mueve igual), hay que ir a Siboney, de preferencia en martes, porque el “martes de Siboney” es casi sagrado, una tradición que se ha mantenido desde 1981. Las mesas tienen luces neón, las paredes también y el piso es una cuadrícula blanca y negra que tintinea con las luces de la bola de disco. El promedio de edad aumenta y la velocidad disminuye, pero la técnica de baile es envidiable.