Atacama, en el norte de Chile, es uno de los lugares más extraños y hermosos que uno podría visitar, lleno de dramáticos contrastes. De día, uno no ve más que tierra desértica, infinita, con un sol que da miedo, pero al anochecer, lejos de las pocas luces que alumbran el pueblo de San Pedro, ese cuadro se convierte en negro absoluto. No por nada el desierto más árido del planeta es considerado uno de los lugares más privilegiados para observar el universo.

Aquí se encuentran los observatorios más importantes del mundo, entre ellos ALMA, el primer proyecto astronómico global y el Observatorio Paranal, operado por el European Southern Observatory (ESO). Por eso, al viajar aquí, no puedes perderte un paseo por su cielo estrellado.

Para hacerlo, la recomendación es contratar un tour astronómico en una de las tantas opciones que se ofrecen en la calle Caracoles, la arteria principal del pueblo de San Pedro. La cita, por lo general, es a las 11 de la noche en la agencia del tour. Una vez allí, hay que abordar una van que se enfila hacia un terreno oscuro y alejado.

Al bajar de la camioneta, la postal es mágica. Verás la Vía Láctea como seguramente nunca la has visto: una mancha blanca que atraviesa el cielo de arriba abajo. Con ayuda de una linterna láser, un guía se encarga de dibujar las constelaciones y explicar las historias científicas y andinas detrás de ese cielo infinito, como si fuera un pizarrón. Hay telescopios y por lo general te dan algo de comer y una bebida calientita, todo lo necesario para disfrutar esta maravilla de espectáculo sin preocuparte de nada.